Cuenta la leyenda que, en cierta ocasión, una mujer mayor, que vivía sola en un barrio un tanto alejado del pueblo, tenía un portal al lado de su casa lleno de fajos de leña. Una mañana, cuando salió a por un fajo a su portal y notó que le faltaba leña. Esa noche esperó mirando por la ventana para saber quién le robaba, pero su vista sólo alcanzó a ver una sombra que corría y se escondía entre la maleza. Noche tras noche esperó al misterioso ladrón y no logró saber quién era, hasta que, una noche, después de ver la sombra que corría, vio a un hombre caminando cerca de su casa, salió y le preguntó:
-¿Acaso es usted el que viene todas las noches a robar mi leña?
A lo que el señor contestó:
-No señora.
Y ella volvió a preguntar:
-Y entonces, ¿quién?
Y él contestó asombrado señalando al cielo
-¡La luna!
Y desde ese día la luna tiene una mancha con la forma de un hombre robando leña.
Leyenda recogida por Sandra Felipe González (4.º B) en Santa Eulalia del Río Negro
Fuente: Máximo Felipe Ferrero
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En Calzadilla había una posada donde hospedaban a todos los arrieros de Benavente a Sanabria. La dueña era Antonia "la Repolla". Concertaban allí bodas, bautizos, cenas... en fin, eran una familia muy querida por todo el pueblo.
Un día la hija pequeña de la casa se fue a buscar agua a la fuente pero no volvió. Todos, preocupados, la empezaron a buscar. La noticia corrió de puerta en puerta y, a la mañana siguiente, todo el pueblo intentaba encontrarla, unos por los “los Lambederos”, otros por “la Urrieta la Majada”, otros por “Cande malluelo”, otros por la dehesa y, de camino, pasaron por la ermita de Olleros “la Agabanzal” a rezar para que apareciera la niña.
Cuando se celebró la misa en el pueblo, también se pedía por ella para que apareciera. Después de que acabó la misa, la abuela y las dos hermanas fueron hacia las eras donde el monte se avistaba. Avanzaron un poco más hasta la laguna y la abuela vio a una niña que bajaba por la cuesta de los robles, se frotó los ojos con el mandil pensando que eran alucinaciones, pero no, era su nieta Gala.
Corrieron a ver cómo estaba. Le preguntaron. Ella le dijo que bien, sonriendo. Tenía la cara lavada y el vestido limpio. La familia le preguntaba quién la había peinado. Ella le respondió que una señora muy guapa. También había un señor con la barba blanca y un perro que le defendía.
Nunca pudieron saber dónde paso las noches Gala por más que le preguntaron.
Han pasado muchos años y ya nadie recuerda a la tía Gala.
Leyenda recogida por José Manuel Pazos Cavero
Lugar: Calzadilla de Tera
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Leyenda recogida por Daniel Uña (4.º B ESO)
Lugar: Tardemézar de Vidriales
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Hacia el año 1700, este pueblo no existia. Había una aldea a 3 km de aquí que se llamaba Aguilarín. Estaba situado en un alto y, para hacer la labranza y uso del agua, tenían que bajar el barranco. Donde está ahora el pueblo, había una fuente con grandes pozas que detenian el agua. Cuando venían a labrar las tierras con el agua de la fuente se sentían a gusto por la comodidad.
Al cabo de unos años, hubo un desacuerdo y enfrentamientos entre los vecinos de la aldea y decidieron separarse. Unos se fueron al actual Navianos y el resto vinieron para Aguilar, que así se llamaron las nuevas aldeas que, poco a poco, fueron creciendo hasta ser lo que son hoy en día.
Leyenda recogida por Gonzalo Martínez Juárez
Pueblo: Aguilar de Tera
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Cuenta la tradición sanabresa que el lugar que hoy está ocupado por el lago fue, hace mucho tiempo, un valle donde se asentaba un próspero pueblo de campesinos, llamado Valverde de Lucerna.
Hasta allí llegó una noche oscura y fría un peregrino hambriento y cansado. Comenzó a llamar a todas las puertas solicitando cobijo, un poco de pan y un rincón junto al fuego donde dormir.
Los habitantes de Valverde de Lucerna Iban negándole uno a uno hospitalidad y cobijo, asustados de poner en peligro sus bienes o contaminándose por la pobreza del mendigo. Así fue sucediendo casa por casa, hasta que e peregrino llegó a una humilde casa en las afueras habitada por una pobre familia de panaderos. Le abrieron su casa, ofreciéndole cobijo y pan recién cocido. El peregrino les agradeció enormemente su gran gesto de hospitalidad y compasión y les confesó que no era ningún mendigo, si no Jesucristo en persona, que había llegado hasta Valverde para probar la compasión de sus ricos habitantes. Tal había sido la decepción al comprobar el enorme egoísmo que habitaba en sus corazones que había decidido castigarles. Advirtió a los miembros de la familia compasiva que huyeran, porque serían los únicos que se salvarían del desastre que él mismo provocaría.
Los panaderos huyeron con todas sus pertenecías y desde lo lejos pudieron divisar cómo surgía del fondo de la tierra un terrible torbellino de agua y cómo engrosó milagrosamente el agua de los ríos, hasta convertir el valle en un lago que dejó hundido bajo sus aguas el pueblo entero de Valverde de Lucerna.
Dicen los habitantes actuales de allí que en la noche de San Juan, cuando todo está en silencio, puede escucharse emergiendo del fondo de las aguas el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo hundido, que recuerdan con aquel sonido el pecado que lo hizo desaparecer.
Leyenda recogida por: Iván Vara y José Francisco Sastre
Pueblo: San Juanico el Nuevo
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Cuenta la leyenda de un pueblo zamorano que existían unas hojas mágicas. Todo aquel que las comiera tendría la vida eterna. Pero no era nada facil hacerse con ellas, ya que sólo crecían cada cierto tiempo y en una cueva muy oscura y con mucha humedad custodiada por un dragón.
Un día, cuando las hojas ya habían crecido, un joven decidió ir a por las hojas de la vida eterna, arriesgando en este intento la suya. No se lo dijo ni a sus amigos ni a sus padres para que no se interpusieran en su camino.
La cueva estaba en la ladera alta de una montaña, lejos del pueblo. Tuvo que atravesar un bosque, enfrentándose a unos lobos hambrientos, cruzar un río, ingeniando un puente para poder lograrlo y escalar la montaña hasta llegar a la cueva.
Allí tuvo que enfrentarse al dragon, que no estba dispuesto a que el joven se llevara las hojas. Hasta ahora nadie había conseguido vencerle y no iba a permitir que este lo lograse.
Leyenda recogida por: Carlos Burgo Ferrero
Lugar: Santa Croya de Tera
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