CONCURSO LITERARIO DEL IES LOS VALLES: GANADOR Y PARTICIPANTES
Escrito por Administrador Plataforma, martes 17 de mayo de 2011 , 18:01 hs

GANADOR DEL CONCURSO LITERARIO 2010-2011 DEL IES LOS VALLES

 

LOCOS SOMOS TODOS

 

MARTÍN MOLEZUELAS FERRERAS 1º BCT

Carlo abrió airado la puerta del coche de su padre. Su hermano se había llevado el suyo sin permiso y se había ido a quién sabe dónde. Y ya no era la primera vez que lo hacía. Era una maldita bala perdida. Suerte que Nora, la madre de un crío imbécil del pueblo, acababa de ver a su hijo montando en ese coche y saliendo luego camino del monte, e inmediatamente había telefoneado histérica a Carlo para que éste le diera una explicación. En dirección al monte, su hermano sólo podía haber ido a hacer el idiota y exhibirse delante del otro niñato.

Carlo le dijo a aquella mujer que su hermano le había cogido el coche sin permiso, pero que no se preocupara, que él mismo se encargaría de arreglar todo. Llamó al móvil de su hermano, y lo oyó sonar dentro del mismo garaje de su casa. No sabía el número del otro chico. Fue entonces cuando frustrado decidió seguir su camino con el coche de su padre. Entró en el vehículo con prisa, echó al asiento de atrás los útiles de caza de su padre, arrancó y salió camino del monte, esperando encontrar a aquellos dos idiotas.

 

UNO

Sou conducía y Nacho iba de copiloto. Ese día no había ningún colega más en el pueblo, y Sou, que quería pasar con alguien la tarde, había encontrado por casualidad a Nacho, aquel chaval de diecisiete años que hablaba tan poco, paseando por el arcén de la carretera que salía del pueblo en dirección al monte. Le había invitado a entrar en el coche y el chico, tras dudar un poco, había accedido.

Sou no conocía muy bien a Nacho, ya que no se veían demasiado, pero poco a poco empezaron a hablar con cierta fluidez. A veces Sou había pensado que no le caía demasiado bien, o que le tenía cierta aprensión. Lo comprendía. La familia de Nacho era conocida en el pueblo por su estrictez y aislamiento del resto de vecinos. A ojos de Sou, parecían ermitaños violentos. A pesar de que intentaban educar a Nacho según esos principios, éste, comparado con su familia, era un rebelde desbocado, aunque junto al resto de jóvenes del pueblo fuera alguien bastante retraído. Sou no esperaba que fuera a acceder a entrar en el mismo coche que él, vista la fama de insurrecto que le habían colgado sus queridos vecinos con el paso de los años.

-Este es el coche de tu hermano, ¿verdad? -preguntó confundido Nacho.

-Sí -respondió Sou, sonriendo- Se lo cogí prestado ¿sabes?

El chico pareció contrariado. Vale, su hermano no le dio permiso para coger su coche, y eso estaba mal, pero ya se lo decían casi diariamente y lo que menos quería Sou en ese momento era a alguien más reprochándole su actitud.

Tratando de calmar un ligero nerviosismo, Sou dijo:

-¿Qué te parece si aceleramos?

-Eh… vale.

Convencido, Sou empezó a pisar con más fuerza el acelerador. Se consideraba un conductor no excepcionalmente habilidoso, pero sí mucho mejor que cualquiera de los del pueblo. Ellos nunca se arriesgaban.

La siguiente curva era bastante famosa entre los conductores de la región. Un ángulo complicado, grava esparcida por todo el asfalto, árboles gruesos flanqueando la vía, pendiente a ambos lados, sin guardarraíl… Sou, sin embargo, apenas frenó. Miró a Nacho con ojos de decisión y éste le contestó con otra mirada de pánico. Su intención era derrapar bordeando la línea exterior de la carretera. Nacho se aferró a la puerta mientras Sou les lanzaba hacia la imposible curva.

El coche resbaló sobre la grava y estuvo a punto de rodar pendiente abajo. Sou lo controló en el último momento haciéndolo moverse sobre el arcén derecho, en el exterior de la curva. Pero justo delante el guardarraíl de la siguiente curva se precipitaba sobre ellos. Chocar contra él era inevitable.

Unas décimas antes de colisionar, Sou hizo un giro impulsivo hacia la izquierda, un levísimo giro que bastó para que el guardarraíl penetrara en el coche por el lado derecho. Destrozó el capó y el parabrisas por ese lado, y finalmente alcanzó a Nacho, a la altura del pecho. El vehículo se detuvo. El cuerpo de Nacho se tensó durante un instante, antes de quedar completamente inerte ensartado en la barra metálica.

Sou se dio un golpe en la frente que le abrió una brecha en la raíz del cabello, pero apenas se percató de eso. Nacho yacía atravesado en el asiento del copiloto. Por alguna razón, no podía apartar los ojos de su pecho destrozado.

Finalmente, Sou salió de su parálisis y también del coche siniestrado. Con las manos en la cabeza dio vueltas alrededor del vehículo, confuso y tembloroso. “Dios, está muerto, lo he matado… ¡lo he matado! ¿¡Qué hago ahora!?...” pensaba.

Apenas tardó cinco minutos en aparecer allí el coche de su padre. Aguzando la vista pudo ver que era Carlo, su hermano, el que lo conducía. Como por instinto, salió corriendo y se perdió entre los árboles, cojeando ligeramente. La sangre de su frente le goteaba por la barbilla.

Carlo fue frenando progresivamente mientras se acercaba a la curva. Ahí estaba su coche, empotrado contra un guardarraíl mal colocado. Detuvo el vehículo. Llevó la mano hacia el asiento trasero y acarició la culata de la escopeta de caza de su padre mientras miraba con desconfianza entre los árboles que rodeaban la carretera. No se veía a nadie, y la puerta del conductor estaba abierta. Sacudió levemente la cabeza, apartó la mano del arma, salió del coche y se acercó al siniestro, con preocupación creciente. Por una ventanilla pudo ver el exangüe cuerpo de Nacho, aquel crío idiota, traspasado por el extremo del guardarraíl. Sou no estaba por ningún sitio.

“¿Pero qué…?”

Tembloroso, buscó su móvil en el bolsillo y llamó a Nora. Luego se dio cuenta de que no sabía qué decirle.

-Esto… ¿Nora?

-¿Sí? ¿¡Qué demonios ha pasado, Carlo!?

-Nora… tu hijo… está muerto…

-¿¡Qué!?

Carlo colgó. No tenía ni idea de por qué había llamado tan deprisa a la madre del chico, y tampoco sabía qué más le podría decir. Ahora, seguro que esa mujer histérica se plantaba allí en menos de diez minutos. Se apoyó sobre el maletero de su coche y llamó a una ambulancia, aunque sabía que era completamente inútil.

Pensaba esperar allí a Nora, pero de pronto se fijó en una serie de gotas de sangre, alrededor del coche. Las examinó y pronto se dio cuenta de que ese rastro no sólo rodeaba el coche, sino que se internaba en el bosque, entre los árboles. Sou había huido, se había deslizado por la pendiente. Carlo supuso que su hermano estaba absolutamente atorado por el miedo, y marchó en su busca tras las gotas de sangre.

Sou empezaba a notar un profundo dolor en su pierna izquierda. Se paró un instante en un pequeño claro. Al parecer, se había golpeado la rodilla en el accidente. No lo había notado hasta entonces, estaba demasiado eufórico, pero aquello parecía bastante grave. De pronto, la voz de su hermano le llegó entre los troncos de las encinas.

-¡Sou! ¡Sou! ¡Espera, no corras! ¡No pasa nada, no te haré nada!

Sou quiso echar a correr de nuevo, desafiando su dolor, pero al instante pensó que estaba huyendo de su hermano. Su hermano no quería hacerle nada, estaba claro, y él estaba huyendo. Permaneció allí, en el claro apoyado en un tronco, y trató de relajarse mientras Carlo descendía la pendiente hacia él.

-¡Estoy aquí! -lloró Sou, entre exhalaciones.

Carlo llegó finalmente al pequeño claro, y tras mirar con incredulidad a su hermano pequeño, lo abrazó y trató de tranquilizarle.

-Venga Sou, no pasa nada.

-Joder… he matado a Nacho, lo he matado...

-Tranquilo tío, lo resolverán, a lo mejor no está muerto…

-¡Y una mierda, Carlo! ¡Está muerto! ¡Está muerto, joder!

-Venga, tranquilo, se ocuparán de ello. Vamos a casa, ¿vale?

Sou comenzó a andar pendiente arriba ayudado por Carlo. Cuando estaban a medio camino, la consciencia le asaltó de nuevo.

-¿De qué se van a ocupar, Carlo?

-De resolver esto… tú no te preocupes.

-¿Qué van a resolver? Yo lo he matado, Carlo… ¿Voy a ir a la cárcel?

-No lo mataste tú, ha sido un accidente. No irás a la cárcel, hermano.

Sou de pronto sintió una increíble frialdad en las palabras de su hermano mayor. “Voy a ir a la cárcel, y ni Carlo ni nadie hará nada por evitarlo. Es más, Carlo desea que me metan allí. ¿Cuánto puede ser, cinco años, seis años? Soy conductor novel, he cogido el coche sin ningún permiso varias veces, he violado muchísimas normas de tráfico también en más ocasiones, he causado la muerte de un chaval…”

Como por arte de magia, Sou se armó de nuevo de fuerza en sus piernas y locura en su cabeza, y sin saber qué era lo siguiente que iba a hacer, se soltó violentamente de su hermano y se lanzó corriendo hacia la carretera.

-¡No me meterás en la cárcel, capullo!

Carlo se vio sorprendido, pero se repuso y marchó corriendo tras su hermano en apenas un par de segundos. A lo lejos se oía el ruido de un coche. Sou cojeaba a toda prisa unos metros por delante de su hermano. Cuando Carlo ya le iba a dar alcance, tropezó y cayó al suelo, a escasa distancia del arcén de la carretera, y rozando con su mano el tobillo de Sou, de manera que casi lo hace caer a él también. El sonido del motor era cada vez más cercano, aunque ninguno de los dos parecía percatarse. Sou llegó a la carretera, se dio la vuelta y miró a su hermano, tendido entre los árboles. Estaba seguro de que le había golpeado el pie para que se cayera él también.

Nora ya veía el coche siniestrado de Carlo al fondo, en la curva, donde estaba segura de que encontraría a su hijo muerto. Pero de pronto, alguien surgió de entre los árboles antes de la curva, otro chico. En un segundo pudo distinguir que era Sou, el hermano menor de Carlo, y le llevó otro segundo más atar un par de cabos y recordar que era él el que había estrellado el coche con su hijo dentro. Ajeno al ruido del coche que se aproximaba, Sou pareció gritarle algo a alguien entre las encinas.

-¡Cabrón!

-¡Sou, apártate!

Nora aceleró al mismo tiempo que Sou se percató de su presencia. El coche se lo llevó por delante brutalmente. Sou voló unos metros y cayó al asfalto. No se movía.

Carlo miró petrificado el cadáver de su hermano.

 

DOS

Nacho iba de copiloto y Sou conducía. Nacho nunca había montado en coche con Sou, ya que sus padres le prohibían ir con ese chaval, y mucho más en el mismo coche, pero a veces se sentía realmente agobiado por las normas que le imponían sus padres. Esa tarde era una de esas veces, y Sou le había dado la oportunidad perfecta para desobedecer.

Sou tenía diecinueve años, y hacía seis meses que se había sacado el carné de conducir. Sin embargo, ya antes de hacerlo había conducido. No tenía coche, y siempre que tenía oportunidad, se lo cogía sin permiso a su padre… o a su hermano. Nacho y Sou no se veían demasiado, pero de esas cosas hablaba todo el pueblo, no eran ningún secreto.

Pronto, Sou trató de iniciar una conversación. Nacho la siguió algo incómodo. Sou le parecía bastante simpático, no le caía mal… pero sí su hermano, Carlo. Tenía veintidós años, vivía también en la misma casa que Sou y era la persona más prepotente e idiota que había visto nunca. Ya habían tenido algunas peleas en el pueblo, en las que Carlo había salido siempre vencedor, por supuesto. No había más razón que la prepotencia de Carlo, pero se odiaban. Y Nacho era más débil. Y, para colmo, Carlo era una de las pocas personas del pueblo con las que hablaba Nora, su madre.

Nacho sintió su móvil vibrar silenciosamente en su pantalón. Sou no se percató de ello. Miró la pantalla disimuladamente. Era el teléfono fijo de su casa. No descolgó.

-Éste es el coche de tu hermano, ¿verdad? -preguntó a Sou.

-Sí -respondió él, sonriendo con complicidad- Se lo cogí prestado ¿sabes?

Nacho comenzó a pensar que su madre sabía que se había marchado con Sou, que le había visto, o que el idiota de Carlo se había enterado y se lo había contado. Se preocupó bastante.

-¿Qué te parece si aceleramos? -preguntó Sou de pronto, con la misma sonrisa de complicidad.

-Eh… vale.

Sou nunca había tenido un accidente, así que Nacho no se preocupó demasiado cuando la velocidad del coche aumentó considerablemente.

La siguiente curva era bastante famosa entre los conductores de la región. La gente hablaba de ella como la peor de la provincia, y ya habían ocurrido varios accidentes allí en los últimos años. Sou, sin embargo, apenas frenó. Nacho miró a Sou con ojos incrédulos y éste le contestó con una mirada de decisión, aún sin quitar esa sonrisa cómplice. El coche se lanzaba hacia la curva.

Las ruedas resbalaron sobre la grava y estuvieron a punto de rodar pendiente abajo. Sou pareció controlar el coche en el último momento llevándolo al arcén derecho, al exterior de la curva. Pero justo delante el guardarraíl de la siguiente curva se precipitaba sobre ellos. Chocar contra él era inevitable.

Unas décimas antes de colisionar, Sou hizo un giro impulsivo hacia la derecha, un levísimo giro que bastó para que el guardarraíl penetrara en el coche por el lado izquierdo. Destrozó el capó, el parabrisas y el volante, y finalmente llegó hasta Sou, a la altura del pecho. El vehículo se detuvo. Sou extendió un brazo tenso y tembloroso hacia Nacho, mientras lo miraba con los ojos salidos de sus órbitas, ensartado en el guardarraíl. Luego tanto su brazo como su cabeza se relajaron, inertes.

-¡Joder!

Nacho salió espantado del coche, y cayó al suelo del arcén. Se levantó y comprobó asombrado que estaba totalmente ileso. Se acercó a la ventanilla del conductor.

-¡Oh, dios! ¡Dios!

Sacó su móvil y llamó a una ambulancia, aunque dijo poco más que el lugar en que se hallaba. Luego se quedó mirando el cuerpo de Sou. No sabía qué hacer ahora. ¿Llamar a sus padres? No creía que fuera una buena idea. Él solo no podía hacer nada con el cadáver de Sou, así que se sentó en la carretera, procurando no mirar hacia la cabeza que asomaba ligeramente por la ventanilla rota.

Oyó un motor que se acercaba y se levantó. Era el coche del padre de Sou.

Carlo fue frenando progresivamente mientras se acercaba a la curva. Ahí estaba su coche, empotrado contra un guardarraíl mal colocado. A su lado, el chaval que iba con su hermano, Nacho, permanecía quieto y pálido. Detuvo el vehículo y bajó.

-Carlo, esto…

-Dios, Nacho, ¿qué ha pasado?

-Carlo… Sou quiso derrapar en la curva, la cogimos rápido…

Carlo se acercó al coche y miró por la ventanilla del conductor. Allí estaba su hermano pequeño, Sou, con el pecho destrozado por el extremo del guardarraíl.

-No... Sou…

Carlo abrió la puerta y abrazó llorando y gritando el cuerpo ensangrentado.

-Joder… le dije que no hiciera el idiota, que iba a acabar mal… Sou… -susurró Carlo, entre sollozos.

-He llamado a una ambulancia…

-¿¡Y qué importa, joder!? ¿¡No ves que está muerto!?

-Bueno, Carlo…

-¡Cállate! ¡Dios, cállate! ¡Si no hubiera habido nadie más en el coche Sou no se habría arriesgado a no frenar! ¡Él conducía perfectamente!

Carlo se sintió de pronto profundamente furioso. Aquello que él mismo acababa de decir era cierto. Su hermano estaba muerto, y no lo estaría si el imbécil de Nacho no hubiera subido en el mismo coche. Se levantó y se acercó al chaval, amenazante.

-¿Me has oído, capullo? ¡Si no hubieras montado con mi hermano, él estaría perfectamente!

-Oye, Carlo, yo no tengo la culpa, fue él el que…

-Oh, y lo que te importa ahora es librarte de tu culpa, ¿verdad? -Carlo agarró de la pechera a Nacho-. No te importa una mierda que mi hermano haya muerto en el mismo coche en que ibas tú, ¿¡verdad!?

-Eh, claro que me…

-Apostaría a que tuviste la oportunidad de apartarlo del guardarraíl antes de que le atravesara, ¿eh?, pero no hiciste absolutamente nada…

Manchado con la sangre de Sou y con la mirada clavada en las pupilas de Nacho, Carlo tenía el aspecto de un psicópata descontrolado. Nacho empezaba a alterarse.

-¡No pude hacer nada!

Carlo lo arrojó con violencia sobre el arcén izquierdo de la carretera, haciéndolo caer hacia la cuneta. Luego se acercó de nuevo a él. Nacho, aterrado, cogió de la cuneta un pequeño tronco y, cuando Carlo estuvo lo suficientemente cerca, le golpeó con él en plena cara. Carlo, que en un principio no quería hacerle más daño, cayó al suelo, con la cara ensangrentada. Nacho se levantó y salió corriendo, aunque cuando estaba a veinte metros de su agresor se paró y le volvió a mirar.

-Carlo, ¡no ha sido culpa mía, te lo juro! ¡Yo no hice nada!

-¡Cabrón! ¡No hiciste nada, eso, no hiciste nada! ¡Vuelve aquí!

La cara de Carlo era de completa locura. Nacho la había fastidiado.

En ese momento, el teléfono móvil de Carlo sonó. Era Nora, la madre de Nacho.

-¿Carlo?

-Hola, Nora. Tu hijo está bien, no te preocupes por él, le llevaré de vuelta al pueblo.

-Pero… ¿ha pasado algo?

-No, a tu hijo no…

Carlo colgó.

-Pero… ¿por qué no le dices lo del accidente?

-Eres un estúpido, Nacho, un pobre estúpido que ha hecho que mi hermano muera.

Nacho estaba harto. Y no sólo de que Carlo le culpara de la muerte de Sou. Odiaba a Carlo. Desde hacía años. Su hermano acababa de morir, pero Nacho sentía ganas cada vez más irreprimibles de cargar contra él.

-Oye, imbécil, yo no he matado a tu hermano, él estrelló el coche contra el guardarraíl.

-¿Im…bécil?

-Sí. Eres un imbécil. Un idiota prepotente. Y me da igual que tu hermano acabe de morir, no me das ninguna lástima.

-Ah, vale.

Se hizo el silencio. Y en el silencio, el móvil de Nacho volvió a vibrar. Era su madre de nuevo. Esta vez sí descolgó.

-¡Nacho! ¿Pero tú quién te has creído?

-Mamá, lo siento, ven a buscarme. Estoy cerca de esa curva del monte, la de los accidentes.

-¡¿Pero qué ha pasado?!

-…Te lo contaré cuando llegues.

Colgó y dio media vuelta. Luego, sin decir una palabra más, se alejó andando de Carlo, de los dos coches, y del cadáver de Sou. Carlo permaneció tieso, con una herida en la mejilla aún sangrante y la mirada fija en la silueta de Nacho, alejándose por la carretera. No hizo nada por seguirle. No pensaba seguirle.

Nacho procuraba seguir un paso tranquilo y acompasado, pero en realidad estaba aún aterrado por lo que Carlo podría hacer. Se había pasado. Le caía mal, sí, y habían tenido algún que otro problema anteriormente, pero estaba claro que si Carlo estaba ciego de rabia era porque su hermano acababa de morir. Él estaría igual si algún ser querido muriese de repente. Y sin embargo le había golpeado la cara con un tronco cuando se había puesto nervioso, y lo que era peor, le había insultado. Le había insultado en pleno éxtasis. Consideró incluso en dar la vuelta para disculparse, pero pensó que a esas alturas ya estaba fuera de lugar… o quizá tenía miedo de que Carlo perdiera la cabeza, esta vez definitivamente.

En cualquier caso, no se volvió.

Pasaron unos minutos y Carlo no se movió un ápice. Y de pronto, sus músculos se relajaron. Miró hacia el coche en que había llegado allí, y luego se acercó a él, abrió la puerta trasera, y se puso a rebuscar entre los útiles de caza de su padre. Mientras lo hacía, echó una fría mirada a la cabeza que asomaba por la ventanilla de su coche.

Cuando Nacho llegó a la siguiente curva, el coche de su madre ya la doblaba. Nora lo detuvo junto a su hijo.

-Pero, ¿qué ha pasado?

-Esto…

Nacho miró hacia atrás antes de seguir hablando. Estaba ya un poco lejos, pero vio perfectamente cómo Carlo apuntaba con una escopeta de caza justo en esa dirección. “Parece bastante precisa” pensó, paralizado.

Carlo disparó y los proyectiles llegaron sin problema hasta Nacho, e impactaron alrededor de su pecho. Cayó al suelo, agonizante y sangrando copiosamente.

Nora vio petrificada cómo moría su hijo.

 

TRES

-Venga, Sou, frena. Esta curva no la coges así de rápido.

Las palabras de Nacho sonaban algo inquietas, así que Sou frenó y pasó por aquella curva sin hacer nada raro.

-Bueno, para que no te mees.

-Oye, te habrías salido, tío…

Siguieron por la carretera, conversando y acelerando en algunos tramos.

Poco después pasó por aquella curva Carlo, aún furioso con su hermano y el otro crío. Quizá fue el enfado lo que le hizo frenar demasiado tarde. El coche resbaló irremediablemente por la grava y se precipitó hacia la pendiente, sobrepasando el arcén derecho. Cayó durante unos metros más hasta chocar violentamente con un grueso tronco de encina.

Cuando el vehículo al fin se detuvo, Carlo golpeó la puerta y salió arrastrándose del coche de su padre. Le sangraba la frente, y sentía un terrible dolor en la pierna. Intentó llegar hasta la carretera entre esfuerzos y quejidos, pero le fue terriblemente difícil. Pronto desistió.

Un coche paró en la curva. Dos jóvenes se apearon de él y se acercaron al desgarrón que alguien había provocado entre las encinas.

-¿Pero qué…?

-Oh, dios, ¡Carlo! Carlo, ¿estás bien?

-¿Es Carlo?

-Está inconsciente… ¡Nacho, joder, llama a una ambulancia!

-Sí, ya voy…

 

Más tarde ese mismo día, Sou acudió al hospital, y Nacho decidió acompañarle, aunque a sus padres no les pareciera buena idea. Después de todo, había sido por culpa de los dos que Carlo hubiera tenido el accidente. Al parecer, se había roto la pierna derecha y tenía numerosos traumatismos en el pecho además de la brecha en la frente. Estaba tumbado, con la pierna ya escayolada y la herida cosida. Parecía de buen humor, a pesar de todo.

-¡Hombre, si son los dos idiotas! ¿Qué tal? ¿Os encontráis bien?

-Perdona, Carlo… nosotros tenemos la culpa…

-Bueno, y también me recogisteis medio muerto de en medio de las encinas. Sí que sois culpables de bastante, pero yo fui el que se estrelló, ¿no?

-Sí, pero…

-Por lo menos tenemos que sentirlo… -terminó Nacho- Perdona, tío.

-Bah, esto se me pasará -tendió su mano abierta hacia Nacho y él la aceptó. Luego se dirigió a Sou- Me preocupa más lo que dirá papá del coche.

Sou y Nacho se quedaron allí hasta tarde, charlando y bromeando con Carlo. Se fueron del hospital ya de noche. Cuando salían, y después de haberse dicho adiós, Carlo les llamó ya por última vez.

-Eh, y que os quede claro: Como alguno de los dos vuelva a montar en mi coche sin mi permiso, pienso matarlo.

Nacho y Sou asintieron y rieron ante aquella despedida.

 

 

PARTICIPANTE EN EL CONCURSO LITERARIO 2010-2011 DEL IES LOS VALLES

¿DE VERDAD ESTAMOS SOLOS?

 

HUGO CENTENO FIDALGO 2ºB

 

            5 de marzo de 2050

            La tecnología ha avanzado mucho en los últimos años. Quién iba a pensar hace cuatro años que sería posible un viaje a Marte en doce días en una nave tripulada, el Mars Explorer I. A mí y a mi tripulación nos envían para averiguar por qué nunca ha funcionado ningún satélite o explorador que se ha enviado allí.

            Todos estamos muy nerviosos ante una aventura como esta. De vez en cuando, el miedo nos invade el cuerpo, nos hacemos preguntas: qué es lo que nos puede esperar allí, qué es lo que ha hecho que ningún satélite funcionara. Nuestra imaginación nos juega de vez en cuando malas pasadas y sufrimos espejismos o alucinaciones: estar doce días encerrado en una nave espacial no es nada cómodo.

            6 de marzo de 2050

            En éste nuestro último día a bordo, todos estamos alerta: el comandante Mario, el médico Aitor, el técnico de robótica, informática y reparación Pedro, y yo Lucas, recibimos información de que se ha producido una gran tormenta solar hace unos minutos, aunque la información llega con quince minutos de retardo, por lo tanto las radiaciones van a llegar a nosotros en pocos minutos. Rápidamente activamos los escudos protectores de la nave y poco después los medidores detectan las radiaciones solares. En ese momento todo Marte cambia, deja de ser el típico planeta rojizo, tal como lo habían captado los telescopios hasta ahora, y se convierte en un planeta negro y marrón con destellos que parecen explosiones y ríos de lava fluyendo por su superficie. Con los telescopios de la nave, conseguimos ver extraños seres aunque esto solo dura unos minutos por lo que no tenemos tiempo para ver mucho más.

            Contactamos con Tierra, la estación base, inmediatamente. Mientras esperamos la respuesta, nos ponemos a pensar en qué podía haber sido aquello y, de repente, Tierra nos envía un mensaje que dice:

            “Parece ser que estos seres son los que han desbaratado todos nuestros planes para explorar Marte. No sabemos si son pacíficos o no, pero sí que tienen una tecnología muy avanzada, sus vehículos parecen estar, según las imágenes que nos habéis mandado, muy blindados; en unas torres, hay lo que parecen ser armas de las que no podemos saber su potencia de fuego. Tenéis que ir a explorar sobre el terreno y para hacerlo debéis improvisar algún arma porque no sabemos si son o no pacíficos”.

 Esa fue la retransmisión de Tierra. Rápidamente nos ponemos manos a la obra. Conseguimos fabricar una pistola de descargas eléctricas a distancia y una láser, siguiendo las instrucciones que nos envían desde Tierra. Para aterrizar en Marte utilizamos una pequeña nave polivalente con posibilidades de desplazamiento por tierra y aire.

            Decidimos aterrizar en un sitio en el que parece no haber nadie. Cuando llegamos allí, hacemos una medición de los gases del aire y descubrimos que hay bastante oxígeno y en una proporción parecida a la de la Tierra. Pero del Marte que todos conocíamos no queda nada, el planeta es como una gran roca negra, con grietas por las que mana lava. Pronto unos vehículos se avistan a lo lejos y nos escondemos detrás de unas rocas, movemos la nave hasta ellas y la camuflamos. Los alienígenas, después de investigar un poco el terreno, deciden irse y dejan allí una nave vacía. Ninguno de nosotros imagina en ese momento por qué lo han hecho. Cuando ellos se van, entramos en su nave y al arrancarla vemos un medidor de combustible que está casi a cero. Pedro enciende el ordenador de la nave, de un cajón sale un teclado y, lo más sorprendente, ¡¡es que tiene letras latinas!! Rápidamente Pedro escribe la contraseña del ordenador y se mete en el sistema.

            Descubre que estos seres vienen de un sistema solar ubicado en otra galaxia, que los recursos de su planeta se agotaron y que llevan generaciones enteras recorriendo el Universo y buscando planetas dónde  poder vivir; lo primero que hacen es acabar con la población autóctona; después agotan los recursos del planeta y entonces buscan uno nuevo al que trasladarse. También descubre un mapa de todos los planetas que han ido agotando y que el siguiente será la Tierra: tienen agentes infiltrados, entre los que se encuentra el Ministro de Economía español y varias personalidades de otros países y, como los recursos de Marte se están agotando, tras más de ochenta años de explotación masiva, en un mes, aproximadamente, se van a dirigir a la Tierra. Esto sitúa la invasión en el cinco o seis del mes de mayo y, como nosotros tardamos veinte días en llegar a la Tierra, tenemos muy poco tiempo para prepararnos.

           

7 de marzo de 2050

            Ya estamos todos en la nave. Por suerte no tuvimos que utilizar ningún arma. Las principales reservas de energía están bastante bajas por lo que tendremos que esperar siete u ocho días para que se recarguen mediante los paneles solares que hemos desplegado.

            14 de marzo de 2050

            El proceso de carga de las baterías se ha completado y salimos hacia la Tierra.

            22 de marzo de 2050

            Las reservas de energía de la nave se han agotado antes de lo previsto, lo que nos va a retrasar en unos dos o tres días.

 

            2 de abril de 2050

            El aterrizaje es inminente. A las 14:00 hemos tenido un pequeño problema con un micrometeorito y hemos conseguido reparar los daños antes de que se produzcan  males mayores. Por fin aterrizamos con éxito. Nos queda poco tiempo para avisar y convencer a las autoridades. Llegamos a la Moncloa donde ya nos espera el Presidente del Gobierno. Seguramente piensa en qué tonto nos eligió para esta misión en Marte.

            - Buenas tardes, señor Presidente -saludamos.-

            - Buenas tardes-responde él.- ¿Qué es lo que se supone que vienen a contarme?

            - Verá usted: cuando llegamos a Marte descubrimos que allí vivían unos seres que viajan de planeta en planeta agotando sus recursos y matando a sus habitantes; en Marte tenían una especie de pantalla que impedía que fueran observados desde el exterior. Los Ministros de Economía y  Asuntos Exteriores son alienígenas, señor Presidente.

            - Intentaremos estar listos inmediatamente e interrogaremos a esos dos canallas, pero… ¿Para cuándo tienen prevista la invasión?

-  Para dentro de menos de una semana.

-  Entendido, pueden retirarse.

                         

                        3 de abril de 2050

            Nada interesante ha ocurrido hasta que me pongo a ver mi correo y veo una carta del Presidente en la que me informa de lo ocurrido hasta el momento:

            “Los Ministros se aparecieron como los alienígenas horribles que eran y quisieron matar a sus interrogadores así que no nos ha quedado otra opción que matarlos. Nuestros mejores científicos han trabajado en el estudio de sus cuerpos y han descubierto que nos son demasiado diferentes a nosotros (en cuanto a sus necesidades vitales), respiran oxígeno, su tolerancia al frío y al calor es parecida a la nuestra… Las fuerzas aéreas están preparadas para combate y esperamos su colaboración como piloto. Nuestra red de exploración del espacio lejano ha detectado un objeto enorme y extraño que viaja a una velocidad muy superior a la de nuestras mejores naves espaciales, se calcula que llegará el cuatro de este mes a las 9:00, deben de haber descubierto vuestra infiltración en su nave y han adelantado el viaje. Técnicos y mecánicos estudian los planos de sus naves, pero no creo que podamos descubrir nada importante antes del día de su llegada. Saludos.”

 

            4 de abril de 2050

            Son las 5:30 AM y estoy en la base militar más importante del país. Estoy esperando a las 9:00 AM. en un caza que me han reservado cuando un objeto enorme empieza a aparecer en el cielo. Los extraterrestres se están adelantando a nuestros cálculos. Oigo un mensaje por radio: tenemos permiso para despegar. Lo hacemos inmediatamente. Cuando comienza la batalla, les lanzamos cada uno un micromisil ARR-253 pero sus escudos electromagnéticos les protegen. Después, desde un avión de gran carga, lanzamos una bomba de pulso electromagnético (EMP o PEM) para intentar debilitar sus escudos, pero no sirve de nada. Al mismo tiempo, recibimos noticias de ataques similares en todas las partes del planeta.

            De este objeto desembarcan unos veinte acorazados terrestres que matan y destruyen todo cuanto se cruza en su camino.

            En ese momento, recibo una llamada del Presidente, que me asusta y me hace perder el control del caza durante un momento. Gracias a esto pude ver un punto débil en el escudo electromagnético de la nave alienígena. Nada más verlo, disparé un misil hacia él. De repente la nave explotó brutalmente. Atendí la llamada del Presidente:

            - Acabo de ver explosión, dime lo que hay que hacer para que las naves exploten y yo se lo pueda comunicar a todos los países que están sufriendo en estos momentos ataques similares.

            - OK, en la parte inferior, cerca de donde salen los acorazados terrestres, hay un punto débil apreciable a simple vista. Con disparar un misil AKR-500 a ese punto se destruye toda la nave.

            Al aterrizar puedo ver a uno de esos asquerosos alienígenas de cerca: miden aproximadamente 1,70 m y tiene una especie de traje biomecánico con un arma láser de largo alcance acoplada a los brazos. Me puedo refugiar de sus disparos detrás de un tanque. Mi compañero Mario llega en un helicóptero en ese mismo momento y dispara al alienígena nada más bajar.

            Nos subimos al tanque que me sirve de refugio y nos vamos a intentar destruir los acorazados terrestres. Es un modelo de tanque láser CL-20020 que es uno de nuestros más modernos aparatos de este tipo. Los acorazados terrestres alienígenas no eran muy grandes, pero su velocidad, su capacidad de maniobra y su potencia de fuego es mucho mejor que las de nuestro tanque. Su punto débil es su autonomía, demasiado baja. Después de unos cuantos disparos y unos cuantos kilómetros de persecución sus reservas de energía se agotan y los podemos destruir fácilmente. Informamos rápidamente al Gobierno, de donde a su vez nos llegan buenas noticias: las naves aéreas han sido destruidas y ahora mismo el Gobierno comunicará a todos el punto débil de los acorazados; la mala noticia es que se ha descubierto una nave nodriza mucho más grande y peligrosa que las llegadas hasta el momento a la Tierra.

 

            5 de abril de 2050

            Casi no he dormido. Los tripulantes de Mars Explorer I debemos ir a destruir la nave nodriza que aún no ha entrado en la atmósfera terrestre. Nos van a proporcionar una nave de combate que se acaba de diseñar a partir de los planos de las naves alienígenas. Tiene el motor más potente nunca hecho y unas armas dos veces mejores que los de cualquier otra nave de combate actual. Dispone de cabinas de tiro para tres personas más el piloto que dispara desde los mandos de control de la nave.

            La nave nodriza tiene un escudo más potente que el de las llegadas a la Tierra, pero su talón de Aquiles era aún más visible  que en las otras. Disparamos uno de los tres misiles atómicos de 500 megatones cada uno y sólo conseguimos dañar ligeramente el escudo. Al instante salen de la nave una gran cantidad de cazas espaciales y unas armas automáticas nos disparan, pero nuestros misiles y la gran cantidad de energía que sus naves necesitan han conseguido debilitar su escudo. Aprovecho para disparar otro misil atómico y mientras mis compañeros destruyen los cazas. Nos acercamos un poco más a la nave nodriza para poder dispararle un último misil a su centro. Le pongo un retraso de 30 segundos y con una maniobra consigo que muchos cazas se estrellen contra ella. Para cuando estalla ya no queda ningún otro alienígena más.

           

            6 de abril de 2050

            Hoy nos otorgan las medallas que son el reconocimiento a nuestra labor. Pero ninguno de nosotros cuatro está del todo tranquilo. Pensamos que podría haber más seres como estos en el Universo, pero hasta que nos vuelvan a visitar esperamos que nos quede por delante un largo tiempo.

 

 

PARTICIPANTE EN EL CONCURSO LITERARIO 2010-2011 DEL IES LOS VALLES

DESDICHA DE VERANO.

SANDRA VILLAREJO FERNÁNDEZ 2ºB Nº24

El sol caía a plomo sobre los cuatro amigos aquella tarde aciaga del mes de agosto en la que el grupo, dominado por el tedio y muerto de calor, decidió que la mejor manera de combatir y hacer más amena la tarde, era ir a disfrutar de un placentero baño en las tibias aguas del río Tera.

Armados de toalla, bañador y gafas, y sin olvidarse de las imprescindibles sandalias de agua con las que poder caminar por el empedrado curso del río, cogieron sus bicicletas y emprendieron el camino en dirección a la Presa de Arriba.

El camino transcurría placenteramente, paralelo al cauce del río, ente altos chopos, sin los cuales, hubieses llegado a su destino con los sesos hechos agua, gracias a los rayos del Sol inclemente que parecía querer derretir todo lo que a sus pies se encontraba. El sendero hacia la presa era recto y en esta temporada, multitud de hierbas y flores silvestres lo adornaban como a su vez lo hacían las llamativas mariposas que revoloteaban sobre ellas. Asfixiado y cansado, el grupo de amigos llegó a la presa tras quince minutos de intenso pedaleo. Al observar el excesivo caudal que ese precioso día traía el río, surgió el desacuerdo sobre bañarse o no. -¡Venga hombre! ¡No seáis cobardes! No nos vamos a amedrentar por unos cuantos litros más de agua –decía Imanol con su chulería natural, quien a sus dieciséis años era un espíritu inquieto al que nada se le ponía por delante. Alto y delgado, con una complexión muscular no muy cargada, unos ojos como esmeraldas incrustadas en su cara y un peinado que parecía como si hubiese metido los dedos en el enchufe, nadie era capaz de permanecer tranquilo a su lado. - No es que nos acobardemos, Imanol, pero podría ocurrir cualquier desdicha –le explicó Felisa, pesimista por excelencia y de las que siempre ven el vaso medio vacío. Alta, morena, delgada y no muy valiente, probablemente el deporte más arriesgado que ha practicado en su vida fuera el de morderse las uñas. -¡Bueno! el agua que sobra me la bebo yo si hace falta –contestó Alfredo, con quien era imposible hablar seriamente, pues todo se lo llevaba al terreno de la risa. - ¡Calla Alfredo! –le cortó Lisa, la rubia del grupo, que tenía atravesado a Alfredo desde hace tiempo -¡esto es serio! ¿No te das cuenta? - ¡No empecéis!... –dijo Imanol –volviendo al tema, yo me voy a meter, vosotras haced lo que queráis. - ¡Espera! , que voy a por el salvavidas por si acaso- vaciló Alfredo.

Y corrieron camino al agua totalmente decididos. Alfredo, al meterse, comprobó que las chicas tenían toda la razón: no era conveniente bañarse ese día. - Imanol –susurró Alfredo –creo que las chicas tienen razón, la fuerza del río me está arrastrando, será mejor que nos salgamos. - ¡Estás loco! ¿Quieres quedar como un tonto y un miedica? ¿Desde cuándo les hacemos caso a lo que os dicen? – le contestó Imanol. - No sé Imanol… creo que es peligroso, yo me salgo, no quiero que esta tarde acabe en desgracia. Y poco a poco, nadando y nadando, llegó a la orilla agotado. En un acto reflejo, miró hacia atrás para comprobar que Imanol seguía bien, pero no fue así, cuando giró la vista, Imanol ya no estaba, lo buscó con la mirada pero no lo encontró. - ¿Está Imanol con vosotras, chicas? –voceó Alfredo al resto del grupo. - No - contestaron estas a coro. - ¡Estoy aquí! –se oyó entrecortadamente por la distancia que les separa la voz queda de Imanol que les reclamaba a lo lejos. Todos se asustaron, no sabían qué hacer, cientos de escalofríos recorrían sus cuerpos. De repente, un pánico que nunca habían sentido hasta ese momento, se apoderó de todos ellos, enmudecieron como por arte de magia y eran incapaces de articular palabra. Unos metros más abajo, Imanol luchaba desesperadamente contra la corriente que se empeñaba obstinadamente en arrastrarle río abajo. El muchacho hacía desmesurados esfuerzos por llegar a la orilla pero algo le impedía nadar con normalidad. El resto, observaban la escena aterrorizados desde la ribera del río, sin saber cómo actuar, paralizados por el miedo y el pánico y sin reaccionar para proporcionarle ayuda a su amigo. Tras unos minutos de pausa que parecieron años, los chicos comenzaron a reaccionar. Felisa, sin darse cuenta, había dejado tranquilas sus uñas y sin saber de dónde, sacó las fuerzas necesarias para coger una rama enorme y arrastrarla hasta la margen del río. - ¿No pensáis ayudarme? –les voceó Felisa al resto de compañeros que seguían inmóviles, haciéndoles así reaccionar. Con las voces de Felisa, los chicos se movieron hacia ella, todos tiraban del palo en dirección a Imanol. En un principio el chico consiguió asirse al trozo de madera, pero las fuerzas le fallaron y nuevamente quedó a merced de la impetuosidad del líquido elemento que seguía obcecado en zarandearle a su antojo, ante la aterrada mirada de sus compañeros. La angustia más absoluta se estaba adueñando de los jóvenes nuevamente, cuando en un acto reflejo, Alfredo cogió su bicicleta y salió pedaleando como alma que lleva el diablo en dirección al poblado para pedir ayuda. Tras apenas 10 minutos de ida y vuelta, llegaron a la presa, pero ya era tarde. Unos metros más allá, en la llamada Presa de Abajo, el cuerpo sin vida de Imanol parecía dormir la siesta, acunado por el arrullo del agua, tenía una pierna amoratada y con todos los indicios de haberse propinado un buen golpe sobre una piedra, lo que le causó la muerte. El mundo pareció derrumbarse bajo los pies de los jóvenes y, de repente, el cielo se había vuelto ceniciento y mustio. Los tres amigos se fundieron en un abrazo y más juntos y cercanos que nunca lloraron la pérdida de su amigo Imanol.

FIN.

 

 

PARTICIPANTE EN EL CONCURSO LITERARIO 2010-2011 DEL IES LOS VALLES

"THABO (FELICIDAD)"

Carolina Fuentes Fuentes 2º Bachillerato CIT

INTRODUCCION

 

       ¿Quién es Thabo? Tan solo es un niño, pero un niño feliz. En el centro de África, en un país llamado República del Chad vive con su familia, no es una familia numerosa, pero sí una gran familia. Thabo  para ser feliz,  pensarás que tiene una enorme casa, un montón de juguetes y videojuegos, todas las golosinas que él quiera… pero no. En primer lugar tiene a su familia,  la que le transmite mucho amor. Y en segundo lugar están su montón de amigos con los que se divierte cada día. Vive en una pequeña choza de barro y paja con una sola habitación en la que come y duerme con su familia. Su  madre se dedica a cuidarlos y su padre trabaja cuidando un rebaño de cabras. Él va al colegio a aprender algo nuevo cada día  y a divertirse con sus compañeros. Lo demás os dejo que os lo cuente.

 

CUENTO

      Mi nombre es Thabo, que significa felicidad y tengo 9 años. Hoy por la mañana como cada día me encamino hacia mi clase. Tan solo llevo un pequeño cántaro para coger agua del pozo a la vuelta para mi familia, que está formada por mi padre, mi madre y mi hermana Tiaret. Espero en el tercer árbol del camino a mi amigo Abdul; siempre me toca esperar a mí.

     5 minutos después... me parece que lo oigo cantar, no debe de andar muy lejos.

-         ¡Hola Abdul!

-         ¡Buenas Thabo!, ¿echamos una carrera?

-         ¡Vale!

           Y los dos niños corren con alegría hacia la clase, por desgracia Abdul tropieza con una gran raíz que asoma de la tierra, que pertenece a un antiguo árbol.

-         !Abdul! ¿estás bien?. No lo he visto caer, pero se debe haber pegado un buen tortazo, piensa Thabo.

-         Estoy perfectamente, no ha sido nada, tan solo un rasguño. Y se levanta rápidamente y comienza a correr, mientras Thabo detrás de él le grita que eso no vale.

 

      Después llegamos a la escuela y todos nuestros amigos ya nos estaban esperando, como siempre, por culpa de Abdul.

 

      Cuando acaben las clases, saldremos todos juntos a jugar un rato al lado de la escuela. Ahora tenemos algunos juguetes gracias a que algunos niños de europeos nos regalaron los juguetes que ya no usaban.

   

       Luego me tocará ir al pozo a llenar el cántaro, y para casa a comer con mi familia.

       Mi hermana siempre me espera a la entrada de nuestra choza para darme un beso.

Luego juego otro rato con Tiaret y le enseño todas las cosas que aprendo en clase, para que cuando ella empiece a ir, sea la más lista. Y así son los días en mi pequeño poblado.

       Lo que Thabo no sabe es que esa tarde no será como las otras, sino que algo que él no se merece, ni nadie, ocurrirá.

 

      Sus padres, como él, casi todos los días realizan la misma rutina. Su madre se dedica a cuidar a su hija pequeña, que le acompaña en todas las tareas que ha de realizar. Estas son principalmente ir a una pequeña laguna a lavar la ropa de toda la familia, ir a por agua al pozo y moler el trigo para hacer la comida; también es ella quien hace los ropajes con los que se visten. Su padre, en cambio, se pasa el día cuidando las cabras. Es su bien más valioso, con el que consigue alimentar a su familia. Todos los días tiene que ir al mercado a vender la leche, es decir, a intercambiarla por otro producto de similar valor. También suele llevar una cabra, aunque no todos los días tiene la suerte de vender una.

 

       Thabo está en clase, tan atento como siempre para poder aprender lo máximo, cuando la directora entra en clase. Pregunta por Thabo, al que le tiene que contar algo muy importante. Es algo muy doloroso y muy difícil de explicar a un niño.

-         Thabo... te tengo que contar algo muy triste. Tus padres se han tenido que ir muy lejos.

-         Pero... ¿por qué se han ido? ¿por qué no me han llevado con ellos?¿y mi hermana también se ha ido con ellos?

Como explicarle a un niño de tan solo 9 años que sus padres han sido matados a tiros por unos guerrilleros que huían, tan solo por haberse cruzados con ellos. ¿Y su hermana?, a la pobre la violaron y después la asfixiaron. Es mejor no decírselo.

 

       TRES MESES DESPUÉS

-         Al niño, ahora solo en el mundo se lo han llevado a un orfanato. Toda su  vida ha  cambiado. Ya no es el mismo niño alegre, ya su nombre no lo identifica. En el orfanato hay otros niños, pero él ya no juega, tan solo deambula por los pasillos y por alrededor del edificio. Las cuidadoras todos los días le piden que se alegre, que seguro  hay una familia esperándolo y que pronto volverá a tener padres. Pero él no quiere otros padres, él quiere los suyos.

 

     -    A miles de kilómetros una familia viguesa acude a un centro de adopción….

     Quiere  adoptar un niño. Llevan intentando tener un hijo desde hace 2 años cuando se casaron, son muy jóvenes, ambos tienen tan solo 25 años,  pero quieren alguien más en su vida.

          El médico les ha dicho que las probabilidades de que se quede embarazada  son mínimas y por ello se han pasado a la opción de adoptar. En un principio querían que el niño fuese español, pero le han dicho que para ello tendrá que pasar mucho tiempo, ya que las listas de espera son muy largas. Por ello,  han decidido adoptar uno africano. Se han informado y han visto que son los niños que más necesidades sufren.  Principalmente de hambre y sed mueren una gran parte.

     ¡Thabo! ,  tenemos muy buenas noticias para ti. Una familia española se ha interesado por ti  y quieren adoptarte. La próxima semana vendrán a conocerte.

    ¿Española? Thabo  ha estudiado los países en clase y España le han dicho que está muy lejos…¿tendrá que irse del Chad para vivir en España? A él le encanta su país…. aunque la idea de conocer uno nuevo y muy diferente… además, le han dicho que para ir a España hay que ir en avión, que es como un coche que va por el aire. Siempre he deseado saber qué sienten los pájaros cuando van por el aire.

    Una semana después, María y Antón el matrimonio gallego llega al orfanato. Niños corretean  por todos los lados alegres y riéndose, pero les llama especialmente la atención uno, que se encuentra sentado debajo de un árbol y cabizbajo. Ellos se suponen que es Thabo, ya que las cuidadoras le han hablado de él, y que todas las tardes se sienta bajo el mismo árbol, sin hablar con nadie, por lo que deciden acercarse a él.

¡Hola¡             

¿Sabes hablar español?

 

Pero Thabo no los entiende. En el colegio no le han enseñado a hablar español,

Aparte de su lengua natal.

           María y Antón van a buscar a la mujer con la que han estado hablando otros días, que sí  sabe hablar español. La cuidadora le traduce al niño todo lo que cuentan María  y Antón. Le hablan de España y del mar, le dicen que vivirá en una casa al lado de la playa y que cuando haga buen tiempo se podrá bañar y le llevarán en un pequeño barco que tiene Antón.

                     El niño empieza a sonreír y finalmente les pregunta si irán en avión, Antón y María asienten. El niño ya algo más contento, decide que si quiere ir con ellos. Dentro de un mes volverán a por él, por primera vez ya con 10 años viajará  en avión y sentirá lo que sienten los pájaros, al menos es lo que piensa.

            Han pasado ya dos años desde que Thabo llegara  a Vigo. Tiene 12 años y es muy feliz. Ha aprendido mucho español gracias a una profesora que iba a su clase. De que pase el verano empezará el instituto, tiene muchas ganas porque quiere aprender montones de cosas, pero sobre todo conocer nuevos amigos.

         Es verano, y como su madre le prometió, todas las tardes bajan hasta la playa a bañarse y juegan a las palas. La playa a la que van se llama “Praia  do vao “. Es más pequeñita que Samil y tiene mucho menos gente, pero quizás sea por eso por lo que más le gusta.

         También le gusta salir con el barco de su padre a pescar. Le encanta encontrarse en el mar totalmente rodeado de agua. Por las mañanas suele jugar con sus vecinos Miguel y Javier, que tienen los mismos años que él. A los tres les encanta el fútbol, y se pasan horas en el césped. A veces también juegan con ellos la hermana de Javier, tiene dos años menos y se llama Natalia, aunque es una chica,  también le gusta el fútbol. Así pasó el verano, entre juegos, baños y paseos por el mar.

       Thabo empezó el instituto, le encanta aprender y estudiar mucho, pero al principio le costó un poco adaptarse. Los chicos y chicas de su clase lo miraban raro y lo discriminaban, ahora se han dado cuenta de que es como ellos y que además  es un genio jugando al fútbol.

 

       Pasan los años en el instituto y Thabo sigue feliz, estudia mucho, le encanta y saca las mejores notas de su clase. Ya habla muy bien español y ha aprendido mucho de inglés  y francés, además no se ha olvidado de su lengua natal. Por las chicas aún no se ha interesado, solo ve amigos,  no distingue entre chicos y chicas. Lo que no sabe es que una chica se está interesando por él.

      Está en segundo de bachillerato,  en la meta final y además pronto cumplirá los 18 años. Todo ha pasado muy rápido en su vida, pero jamás se ha olvidado de su familia.

     Años más tarde, cuando ya creyeron que era lo bastante maduro,  le contaron la verdad, él hacía tiempo que sospechaba algo, pero no se atrevía a preguntar. Sabe que algún día volverá a su país. Sus padres están muy orgullosos de él, además su vecina y amiga Natalia está enamorada de él. Thabo es un chico alto,  atractivo y hace mucho deporte, sobre todo fútbol y natación, tiene unos ojos verdes y su piel de color, aunque lo que le ha enamorado realmente es su simpatía y su amabilidad. Siempre la trata como una reina y la defiende, Thabo piensa que Natalia es como la hermana que perdió, pero se irá dando cuenta que es más que una hermana.

      La semana de selectividad, toda la familia está nerviosa, quieren que Thabo pueda hacer la carrera que le guste. Él no está nada nervioso, estudia por las mañanas y por las tardes se despeja haciendo deporte.

     - ¡Thabo! ¿Qué tal ha ido todo?

    - ¡Genial mamá!, yo creo que sí  he aprobado. No había aprobado, había sacado un

       9,5.

      Ahora empieza la difícil decisión de qué carrera hacer, ¿medicina? , ¿derecho?, ¿magisterio?, ¿arquitectura?......... ya lo tiene decidido. En un futuro,  quiere ir a su país, pero no de vacaciones,  sino a  ayudar, por eso ha decidido estudiar ingeniería,  quiere que en su poblado haya luz, agua potable, etc.

      Se ha dado cuenta que a vuelto a ser Thabo,  a ser feliz, cuando él, sentado bajo un árbol, pensaba que no lo volvería  a ser jamás. Por supuesto de que no se ha olvidado de sus padres y de Tiaret.

 

 

 

PARTICIPANTE EN EL CONCURSO LITERARIO 2010-2011 DEL IES LOS VALLES

¡QUÉ DESCUBRIMIENTO!

PABLO GARCÍA RODRÍGUEZ (14 AÑOS. 2º E.S.O. A)

Max y Zax son dos jóvenes gemelos extraterrestres que siempre habían sido felices en su pequeño planeta, Planet 76. Curiosos e inquietos como eran, disfrutaban inventando y experimentando en la nave laboratorio de su familia siempre que podían.

En ello estaban un buen día de 2027 cuando, de pronto, a través de su canal satélite captaron unas imágenes que mostraban algo totalmente diferente a lo que ellos conocían.

Durante varios días se dedicaron a investigar a qué podían corresponder esas imágenes, de dónde procedían… Descubrieron que eran imágenes de otro planeta: La Tierra,  y que correspondían a plantas, animales y seres humanos.

-         Bien, ya sabemos que el planeta se llama La Tierra, - dijo Max- ahora tenemos que conseguir las coordenadas espaciales…

-         ¡Lo tengo!- le interrumpió Zax- está en una galaxia llamada Vía Láctea, a unos dos millones de años luz de la nuestra, al lado de una estrella que se llama Sol.

-         ¡Mira, mira lo que he encontrado! En este planeta hay seres vivos que son plantas, animales, seres humanos…

-         ¡Me encantaría conocer todo esto! Pero, ¿cómo podríamos hacerlo?

-         Se me ocurre una idea: podríamos  comprobar si el GPS de  la nave nueva puede captar estas coordenadas.

-         Buena idea, ¡vamos a ello! Concluyó Zax.

Pronto pudieron comprobar que el GPS localizaba las coordenadas de La Tierra.

Idearon un plan secreto: Zax se subiría a la nave mientras que Max se quedaría en Planet 76, pero manteniendo el contacto; comprobaron que la nave estaba en perfectas condiciones y que llevaba provisiones suficientes. Sólo les quedaba esperar el momento oportuno para iniciar su expedición.

 Una noche, aprovechando una lluvia de meteoritos para camuflarse, Zax se lanzó a la aventura.

Tras algún tiempo, que a Zax le pareció interminable, su nave aterrizó en medio de un monte. Cuando consiguió tranquilizarse, decidió salir de la nave a explorar. Lo que vio a su alrededor primero le asustó y después le fascinó. Lo primero que se le ocurrió fue contactar con Max para explicarle lo que estaba viendo.

-         Atención Max, ¿me recibes?

-         Sí, sí, te recibo. Me tenías intrigado ¿Dónde estás? ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?

-         Sí, sí,  tranquilo, déjame hablar, ahora te explico: estoy en medio de un bosque con árboles enormes, preciosos arbustos de todo tipo… y acabo de ver un animal metiéndose en una cueva, ¡es precioso!, ¡qué cola tiene! –exclamó Zax.

-         Ten mucho cuidado, no sabes qué peligros puedes correr. He seguido investigando y he aprendido muchas cosas que ya te explicaré.

-         No te preocupes, voy a seguir explorando un rato más y te vuelvo a llamar.

Zax, debido a su tono de piel verdoso, a su baja estatura, a su complexión delgada y flexible y a su agilidad para moverse, se camuflaba perfectamente entre la vegetación. Estaba encantado, pensando que le gustaría llevarse un poco de todo eso a su planeta, pero se preguntaba cómo podría hacerlo. Empezó recogiendo algunas hojas de diferentes tamaños, luego se le ocurrió arrancar algunas plantas, mientras pensaba: “¡Qué lástima que no pueda llevarme uno de estos árboles o algún animalito como el que vi antes para que todos pudieran verlos!”

Regresó a su nave para dejar lo que había recogido. En ese momento recibió una llamada de Max:

-         Zax, debes regresar, aquí ya preguntan por ti, te están buscando, están preocupados.

-         Sí, sí, pensaba iniciar el regreso ahora mismo. Ya te contaré cuando llegue, he cogido algunas plantas para enseñároslas.

-         De eso también te hablaré yo: una de las cosas que he aprendido es que las plantas  pueden  tener muchas utilidades, algunas incluso se pueden  comer, pero otras pueden resultar venenosas.

-         Bien, ya las estudiaremos, en realidad creo que vamos a tener que estudiar mucho, porque se me están ocurriendo unas ideas… -dijo con tono intrigante Zax.

-         ¿Has visto algún humano? –preguntó Max.

-         No, de “eso” todavía no he visto nada.

-         También con ellos debes tener cuidado, son tan diferentes que no sabemos cómo podrían reaccionar si te vieran.

-         Tranquilo, mientras hemos estado hablando he puesto en marcha la nave y  tengo que dejarte.

La nave despegó y Zax se concentró en el control de la misma. Sólo durante unos instantes pensó en lo cómoda y rápida que era: “¡Qué maravilla! -se dijo- ¡es la mejor que he visto y conducido en mi vida!” Pero, enseguida, centró sus pensamientos en otras cuestiones: cómo iba a explicar a los demás dónde había estado, lo que había visto… y, lo que más le preocupaba,  ¿cómo reaccionarían al conocer su aventura?

Sumido en sus pensamientos el viaje de regreso se le hizo más corto.

Cuando por fin la nave aterrizó, comprobó que toda su familia estaba esperándole, porque Max se había sentido obligado a justificar la desaparición de la nave y de Zax: les había explicado su plan y algunos de los conocimientos que habían aprendido sobre las plantas: sus utilidades, el modo de cultivarlas, las condiciones físicas y atmosféricas que necesitan…

Por eso, cuando pudieron ya abrazar a Zax, éste, con gran entusiasmo, les relató su experiencia y les fue mostrando todo lo que había podido recoger: hojas, algunas piedras, plumas… Insistió en un detalle que tampoco le había comentado a Max:

-         Al bajar de la nave, anduve durante un rato hasta que algo extraño me hizo me detener.

-         ¿Cómo algo? ¿Qué algo?-preguntó Max.

-         No sabría cómo describirlo exactamente: noté un cambio de textura en el suelo, me agaché para tocarlo y mis manos percibieron la misma sensación que mis pies pero no podía tocar nada, se me iba de las manos.

-         ¡Ya sé  qué es lo que te provocaba esa sensación! Es un fluido que se llama líquido, concretamente, agua, -aclaró Max- tiene masa y ocupa un volumen pero su forma depende del recipiente que la contiene. Tú sentías que te estabas mojando. Es, precisamente, un elemento  imprescindible para poder tener plantas.

La conversación se prolongó durante horas; todos estaban muy interesados y no dejaban de hacer preguntas; para algunas, ni Zax ni Max tenían respuesta.

Fue entonces cuando se les ocurrió que deberían organizar otra expedición a La Tierra para conocer mejor ese planeta y así comprobar qué cambios tendrían que hacer en Planet 76 para obtener las condiciones necesarias para mantener la vida vegetal con ellos.

Desde ese día Zax y Max fueron considerados héroes, aunque el viaje de investigación quedaba pendiente y una nueva vida para su planeta también…


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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