Relato ganador del Concurso de Relato y Poesía 2010 organizado por el Departamento de Lengua Castellana y Literatura
Por Alba Villarejo Villar, 2.º A de ESO
Mario, pasea inquieto por la habitación, mira a su padre con ansiedad pero no se atreve a preguntar para no interrumpir. El padre trabaja pensando, solo faltan algunos lazos, se le veía disfrutar con lo que hacía. Pone el último, la levanta sobre su cabeza, le pasa la mano con mimo y la mira incluso con cariño.
-Ha quedado muy bonita, ahora falta la prueba final.
-Mario… Tu cometa está lista, vete a probarla, hazla volar.
El niño coge su precioso regalo y sale corriendo, no puede esperar ni un segundo más. Llega a la pradera casi sin aliento. Comprueba la dirección del viento y va soltando el hilo poco a poco, hasta que la cometa comienza a elevarse. Aunque algo dubitativa: pri-mero sube con rapidez, luego parece caer sin control, pero finalmente remonta su vuelo. Hay una ligera brisa que la empuja con suavidad y la cometa sube, sube… Mario la mira embelesado.
-Eres preciosa -le dice.
Sus vivos colores brillan con el Sol, se ondula, cabecea, hasta parece saludarle y su larga cola baila sin parar. Mientras, Mario corre por el campo sin perderla de vista. De pronto la cometa se para, parece mirarle unos segundos y lentamente comienza a elevarse más y más… No consigue sujetarla y Mario la mira angustiado hasta perderla de vista. La cometa vuela pos sí sola. El viento la lleva lejos, muy lejos de donde estaba. La imagen que veía desde lo alto la puso muy triste. El Sol calentaba con fuerza, a pesar de ser media tarde, los niños negritos llevaban pesadas vasijas de agua sobre sus cabezas y aún les quedaba mucho camino hasta su poblado. Con la cometa llegó el viento, eso les aliviaba el calor.
-¡Algo vuela en el horizonte! Se va acercando, tal vez sea un águila.
-¡Eh! Es un pájaro de papel brillante con una larga cola llena de lazos-dice Kamir.
La cometa se gira y empieza a volar delante de ellos.
-¡Kamir, intenta cogerla!- le grita Lita.
-No puedo, corre demasiado.
Todos ríen, es divertido, sube, baja, ahora corre, ahora se para, juega con ellos… Kamir, Lita, Masu… Todos la siguen entre carrerillas intentando cogerla. Antes de que se dieran cuenta habían llegado al poblado. La cometa hace una última pirueta, se eleva y comienza a alejarse suavemente. Los chicos la despiden con pena.
-¡Adiós, adiós! Les ha gustado tanto que les cuentan a los mayores lo que han visto y con lo poco que tienen pasan el tiempo intentando hacer una parecida. El viento sigue y la cometa con él. Al cabo de unas horas se encuentra en el cielo de una ciudad. Recostado en una cama, Álex mira la televisión sin poner mucha atención. Las tardes en el hospital son largas y aburridas. Tiene la habitación llena de juguetes, pero ya han perdido su encanto, ya ha tenido tiempo para descifrar todos sus misterios. La enfermera acaba de entrar.
-Hola Álex, ¿has dormido la siesta? Te abriré un poco la ventana para que entre el Sol.
Álex asiente sin responder, todo le daba igual. De pronto ve que algo cuelga desde el piso de arriba, se incorpora un poco, siente curiosidad, poco a poco va tapando la ventana.
-Es algo grande, brillante, rojo, verde, un poco dorado y se mueve lentamente- dice Álex muy excitado.
-¡Pero, si es una cometa! -Da un salto de la cama.- ¡Si pudiera cogerla!
La cometa se acerca a la ventana, se inclina y saluda al niño.
-¡Qué bonita!- le dice a la cometa.
Álex ríe por primera vez en muchos días. Llevan largo rato jugando, la cometa dibujando ondas en el aire, el niño disfrutando de su compañía, pero está muy cansado. Sus párpados empiezan a caer, lucha por abrirlos pero al final se abandona a un sueño profundo y lleno de ilusiones… La cometa se eleva, vuela y vuela, repartiendo ilusiones por donde pasa. Es media tarde, recoge su vieja pelota y se dirige a la puerta.
-¡ Mama , me voy a jugar!
-No te metas en líos y no vuelvas tarde.
Su madre lo ve salir como cada tarde y la inquietud comienza a invadirla, como cada día, hasta que le ve entrar de nuevo por la puerta. El recuerdo de su hermano al que no ha vuelto a ver , la angustia y quisiera tener a su pequeño siempre junto a ella, pero comprende que es un niño y necesita jugar. Viven en una barriada pobre donde falta de todo y sobran muchas cosas peligrosas, sobre todo para los chicos. Pablo llega a la plaza y empieza a botar su pelota junto a una canasta; jugará solo, echa de menos a su amigo y a su hermano de los que hace mucho que no sabe nada. Ya han llegado los otros chicos que siempre le miran por encima del hombro. Ellos, con sus zapatillas relucientes y su ropa de marca, se sienten superiores, tal vez algún día cuando sepan como consiguen sus padres el dinero... Hoy la pelota no quiere pasar por el aro, está empezando a aburrirse. Vuelve a recogerla del suelo y cuando se levanta, algo roza su cara.
-Seguro que me han tirado algo- piensa.
Pero no le ha hecho daño, más bien es como una caricia. Vuelve a rozarle , ahora el pelo. Levanta sus ojos. Una cometa preciosa se mantiene sobre su cabeza , parece mirarlo y esperar. Intenta atraparla por la cola, pero en ese momento hace un giro y se eleva. Sé queda a media altura meciéndose con la brisa.
-¡Que curioso!- piensa Pablo, apenas hay viento. Vuelve a botar y de nuevo intenta el tiro, parece que otra vez va a fallar, pero entonces con mucha rapidez, la cometa baja, toca la pelota con la cola y como si la impulsara la acompaña hasta pasar por el aro. Pablo la mira sorprendido.
-Va, será una casualidad- se dice. Empieza a pelotear de nuevo ,la cometa se acerca y comienza a girar a su alrededor, moviendo su larga cola llena de lazos. Pablo intenta esquivarla, lanza y de nuevo la cometa acompaña el tiro hasta que pasa por el aro. Una y otra vez Pablo repite la jugada, la cometa sigue zigzagueando a su alrededor, con cada nueva canasta se eleva ,hace una serpentina, como si lo celebrara, y de nuevo se mantiene a la espera. Pablo está asombrado, haga lo que haga, la cometa lo sigue y acompaña. Está divirtiéndose, ha encontrado una buena compañera de juegos. Pelotea, regatea, tira; la cometa, se enreda alrededor de la pelota, la esquiva, le da un golpecito, ahora con la cola, ahora con un ala, culebrea, recorta, sube y baja lenta o rápidamente al ritmo que Pablo juega. Hacía mucho tiempo que no se lo pasaba tan bien. Es fantástico poder jugar con alguien. Está anocheciendo y tiene que regresar, no quiere que su madre se preocupe. Intenta coger la cometa para llevársela a casa; pero entonces se eleva y no llega hasta su cola, vuelve a intentarlo pero al final desiste. Empieza a caminar y la cometa le sigue. Echa a correr y la cometa corre con el. Va dando saltos y la cometa hace piruetas sobre su cabeza. Ahora coge velocidad se retuerce, sube, baja. Ahora en cambio se mece con mucha suavidad. ¡Es fantástica! Pablo está entusiasmado, está llegando a su casa; llamará a su madre para que la vea.
-¡Mama, mama!- grita en la puerta.
La madre sale asustada.
-¿Te ha pasado algo?
-Mira- señala el cielo.
La madre contempla esa maravilla de colores, ve el brillo de felicidad en los ojos de su hijo. Hoy Pablo, a pesar de la miseria de su pequeña casa, tendrá un motivo para soñar. Su madre la mira y desde el fondo de su alma le da las gracias por la sonrisa de su hijo. La cometa se inclina hacia ellos, vuelve a acariciar con su cola a Pablo y lentamente se eleva, hasta perderse en el cielo. Le queda un largo camino, hay muchos niños a los que llevar la ilusión y la sonrisa. Recorrerá el cielo de todos los lugares donde un niño se sienta solo y triste, vaciará su corazón repartiendo paz y felicidad y cuando acabe su tarea, solo entonces, regresará junto a Mario y compartirá sus juegos para siempre. Mario ha estado jugando al balón con sus amigos, ya casi todos se habían ido a casa; él descansa tumbado sobre la hierba, con los ojos cerrados sueña con aquella cometa que hace tiempo escapó de sus manos. Lleva un rato así pero empezó a hacer frío, abre los ojos y no puede creer lo que está viendo.
-¡Ay va! ¿Estaré soñando? Allí estaba, balanceándose sobre su cabeza, como esperando.
-¡Es mi cometa, es mi cometa!
Dando saltos de alegría. La cometa empieza a descender hasta caer dulcemente en sus pies. La coge, la mira y remira, estaba un poco descolorida, había perdido algunos lazos pero no le cabía duda de que era su cometa. Había recorrido un largo camino. Mario corre hacia su casa con un tesoro bajo el brazo. Está tan excitado que apenas puede hablar. Se lo muestra a su padre.
-¡Mira, ha vuelto sola, después de tanto tiempo!
-¿Dónde habrá estado? Su padre lo mira con ternura, solo él conoce el secreto, y cogiendo la cometa, acariciándola, le susurra…
-Lo has hecho muy bien. Sonriendo mira a su hijo.
-Hijo, cada uno nacemos con un cometido:
EL SUYO ES VOLAR