Judit Gayán Bascones, 2.º HCS
Capítulo 1: Nerea
Hemos terminado las clases por hoy y me encamino, como cada día hacia mi casa. Soy una chica de 16 años, una chica de lo más normal que va a clase con otras personas de su edad.
Caminando por delante de mí, avanza rápidamente mi hermano Alejandro, o Alex, como prefiere que le llamemos. Tiene 12 años y este año ha empezado el instituto. Mis padres ya le consideran mayor y le permiten ir y venir solo del colegio a casa y viceversa. Pero cuando digo sólo, quiero decir absolutamente solo. No quiere que yo vaya cerca de él, ni nada por el estilo, y nada más salir del recinto escolar se esfuerza al máximo por adelantarme y recorrer el camino a casa antes que yo.
Lo cierto es que mi hermano no me aguanta, y a veces llego a pensar incluso que me odia. Apenas habla conmigo, y cuando lo hace sólo intercambia monosílabos de una manera muy hostil. Yo se que en ocasiones puedo llegar a ser muy súper protectora con él, pero es que mi hermano me preocupa. Mis padres apenas están en casa por el trabajo, y pensaron que para suplir su ausencia lo mejor era comprarnos un ordenador con conexión a Internet para cada uno, en mi habitación y en la de Alex. Yo no me puedo quejar, me ha venido muy bien para preparar mis trabajos escolares y para, los fines de semana, hablar con mis amigos, pero lo cierto es que mi hermano no piensa en nada más. Vive por y para su ordenador, desde que se levanta hasta que se va a dormir. Sólo lo aparta cuando tiene que ir al colegio o debe bajar a la cocina para comer o cenar. Y claro, mientras está con el ordenador, no estudia ni hace los deberes, y eso se nota en sus calificaciones. Estamos todavía en el primer trimestre, y no nos han dado aún el boletín de notas, pero su tutor, Carlos, ya me lo ha ido diciendo muchas veces. Como mis padres no pueden ir a hablar con él, me encargan a mí que me ocupe y luego les transmita lo que me ha contado, pero la verdad es que en el fondo, la única que sabe lo que pasa soy yo, porque cada vez que intento decírselo a mis padres, se que no me han escuchado. Están tan ocupados...
Hoy, en el recreo, Carlos me ha vuelto a pedir que me reuniera con él a la hora del recreo. Me ha dicho que Alex ha perdido el trimestre por completo, pero que aún tiene una oportunidad: debía realizar una serie de fotocopias con ejercicios de Matemáticas, Literatura e Historia, y escribir una redacción con un mínimo de 30 folios sobre la paz. “¿La paz?” pregunté yo. “Sí, la paz en general. Que lo escriba como quiera, pero que se documente.”
Así que en esas estoy. Tengo que decírselo a mi hermano, pero lo haré cuando estemos sentados a la mesa para comer, único momento del día en el que veo a mis padres. Y deben saber lo que ocurre.
Alex ya ha entrado en casa, y como me lleva tanta delantera, cuando traspaso el umbral de la puerta puedo oír a mi hermano en la cocina, sentado ya para comer.
Mis padres ya han empezado, y comen a toda velocidad, porque en breve han de volver al trabajo.
-Hola, hija, ¿qué tal las clases?- murmura mi madre, más por costumbre que por verdadero interés.
-Bien, muy bien –contesto, consciente de que mi respuesta es todos los días la misma, ya que sería inútil desarrollarla, teniendo en cuenta que mis padres tampoco iban a escuchar. Pero sé que no van a estar mucho tiempo más en la cocina, por lo que decido soltar la bomba- He hablado con Carlos, el tutor de Alex.
Como siempre que digo esas palabras, mi hermano agacha más la cabeza contra su plato al tiempo que se pone rígido, expectante.
-Me ha dicho que no hay muchas esperanzas de que Alex apruebe la primera evaluación pero que si hace una serie de ejercicios que me ha dado, y escribe una redacción sobre la paz de más de 30 folios, se lo podrían plantear.
-¿Una redacción sobre la paz?- dice mi madre –Pues vaya una tontería. ¿Y se supone que así le dejarán aprobar?
-Sí, eso me ha dicho.
-Bueno, pues ya sabes, hijo, si quieres ir al campamento de verano, tendrás que aprobar-sentencia mi padre. No es una amenaza con peso, ya que aprobemos o no, tendremos que ir a ese campamento de todas formas, ya que nuestros padres no quieren dejarnos solos en casa todo el día. Por supuesto, esto también lo sabe Alex, así que no va a esforzarse lo más mínimo en hacerlo.
-Ocúpate tú, hija- me dice mi madre- ya sabes que yo no tengo mucho tiempo, pero sé que tu lo harás muy bien.
-Claro, mamá- respondo. Ya estoy acostumbrada, y en el fondo sabía que al final sería yo la que tendría que cuidar de que mi hermano hiciera lo que le habían encomendado.
En ese momento se levantan mis padres de la mesa, tienen que marcharse.
-Bueno, niños, hasta la noche- y salen cerrando la puerta. Volverán a la noche, sí, pero tan tarde que ya nos habremos ido a la cama.
Un silencio sepulcral y una gran tensión siguen al ruido de la puerta al cerrarse. Silencio que es rápidamente roto por Alex, que, cómo no, tiene algo que reprocharme.
-¿Eres idiota? ¿Porqué se lo has dicho?- me grita.
-Vas a suspender, y lo sabes. Ésta es la única forma de que apruebes, aprovéchalo y haz lo que te han pedido.
-¡Ay, déjame en paz! ¿Porqué no te preocupas de tus problemas y me dejas tranquilo?
-Alex, tienes que estudiar, porque sino, cuando seas adulto, no vas a conseguir nada en la vida- Mi hermano ha salido de la cocina y sube rápidamente a su habitación.- ¡Escúchame, y ven a por los ejercicios!- exclamo, pero un segundo más tarde, se oye claramente un portazo procedente de su cuarto. Tendré que subírselo yo cuando termine de fregar.
Capítulo 2: Alex
¿Pero qué se ha creído esta? No sé porqué no me deja tranquilo de una vez... Yo soy muy feliz con mi ordenador, y no necesito que me den charlas sobre lo que voy a poder hacer y lo que no cuando sea mayor.
Estoy enfadado, y tiro la mochila encima de la cama. Ahí se va a quedar hasta que me vaya a dormir, porque no pienso hacer nada.
Enciendo la pantalla del ordenador, y de nuevo veo ante mí mi página favorita de Internet, desde donde descargo mis vídeos y juegos preferidos. Ha estado toda la mañana encendido, así que se han descargado dos más. Cambio mi estado del messenger a Conectado, y automáticamente se abre una ventana de conversación. Es Lucas, mi mejor amigo, que también se ha conectado en cuanto ha podido. Le saludo, y a los dos segundos, ambos estamos en una página de juegos online. Siempre nos sincronizamos por el messenger para jugar juntos. La página tiene mucha variedad de juegos, hoy decidimos jugar al ajedrez. Estamos en medio de una interesante partida, y yo estoy a punto de mover mi caballo y hacerle jaque. De pronto, una extraña ventana que no había visto nunca, aparece en medio de la pantalla. “Hola, Alex” dice . Al principio me extraño, ya que no parece nadie al que yo conozca, pero pensándolo mejor, nunca está mal hacer amigos nuevos.
“Hola, ¿quién eres?” pregunto
“Eso no importa. Pero tengo que enseñarte algo” contesta al momento.
¿Enseñarme algo? ¿Y qué podrá ser? No tengo ni idea de quién es el que me habla, pero algo me hace sentirme lleno de curiosidad, y a pesar de ir en contra de mi política de no aceptar nada de extraños, escribo:
“De acuerdo, ¿de qué se trata?”
“En seguida lo vas a ver”
En ese momento, una especie de humo blanco sale de la pantalla del ordenador. Me asusto, pues parece claramente una avería electrónica, pero de pronto me parece ver un rostro entre esa especie de niebla-humo. Me quedo como paralizado, y veo que me está cubriendo por completo. Mi habitación empieza a difuminarse, y me da la sensación de estar perdiendo el conocimiento, pero antes de eso, oigo cómo alguien llama a la puerta de mi habitación.
De pronto, ésta ha desaparecido, ya no tengo el ordenador delante de mí, ni me rodean mis conocidas paredes. He dejado de oír la llamada a mi puerta. Bueno, de hecho, tengo la sensación de que de pronto ya no puedo oír nada más. Un silencio sobrecogedor parece cernirse allá donde quiera que estoy en este momento. Tampoco soy capaz de distinguir el lugar en el que me encuentro. Parece un pequeño parque, con una de esas ridículas fuentecitas en medio. Es extraño, parece rodeada por la misma niebla que hace unos segundos rodeaba mi ordenador. Sin embargo, no me da tiempo a acercarme e investigar, ya que de pronto, una voz surgida de la nada me saluda:
-Hola, Alex. Perdona lo inesperado de este pequeño viaje, pero he tenido que hacerlo así.
Me giro como un resorte, buscando al propietario de aquella voz tan fina y la veo. Se trata de una niña, tan solo una niña de unos 9 años.
-¿Quién eres?- pregunto secamente. No me ha hecho gracia verme transportado a aquel lugar sin que se me hubiera pedido permiso, o al menos, avisado.
-Eso no importa, Alex, lo que importa es para qué te he traído aquí. No creas que estás en un lugar cualquiera, un sitio al que podrías llegar tomando esta o aquella carretera. Y te he traído porque es necesario que aprendas muchas cosas sobre ti mismo y sobre los que te rodean.
Estoy sorprendido al ver cómo una niña tan pequeña tiene tal destreza léxica. ¿No se supone que a esa edad no han aprendido casi ni a multiplicar? Parece que me ha leído el pensamiento, porque me dice:
-No, los niños de 9 años saben ya muchas más cosas, pero yo no soy una niña normal, de hecho ni siquiera soy una niña.
Creo que me he quedado con la boca abierta ante tal declaración, pero ella no parece querer perder el tiempo en explicarme nada más.
-No tenemos mucho tiempo, aproxímate, por favor.
De pronto, sin saber yo cómo, he avanzado algunos metros hacia delante y estoy frente a la fuente que tenía el parque. Puedo ver, desde mi altura, un agua limpia y cristalina, que refleja mi rostro. Me asomo ligeramente y de pronto puedo ver que la imagen de mi reflejo va cambiando hasta aparecer otro rostro muy conocido para mí: el de mi hermana. Miro sorprendido la escena, que ya no es sólo el misterioso reflejo de su cara, sino su habitación al completo. Está sentada en su cama, con los codos sobre sus rodillas, y se tapa la mitad de la cara con sus manos. De pronto veo algo que me deja helado: dos gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas, mientras otra pareja de ellas se esfuerza por alcanzarlas. La extraña niña, o lo que sea aquello, no me mira. Tampoco mira el reflejo del agua. Parece estar mirando mucho más allá, allá donde yo nunca sería capaz de llegar.
-¿Qué la pasa a Nerea?- me atrevo a preguntar.
-Escúchala –me responde ella.
Estoy a punto de replicar, ya que está claro que de un reflejo del agua no voy a escuchar nada, pero no llego a decir nada, ya que en ese momento, comienzo a oír un sollozo. Mi hermana parece estar pasándolo realmente mal. Entonces oigo cual es la fuente de su tristeza:
-Ya no puedo más- la escucho decir -¿De qué me sirve preocuparme tanto por él? Sólo consigo que me odie aún más. Sé que no debería comportarme como si fuera mamá, pero ¿qué otra cosa puedo hacer, si ella no está en casa nunca?
De inmediato comprendo que habla de mí. Vaya, no sabía que mi hermana lo pasase mal por mi culpa...Aunque lo cierto es que siempre ha intentado hacer las funciones de mi madre, y la verdad es que no sé porqué tiene que hacerlo. Al fin y al cabo yo ya soy mayorcito como para cuidarme sólo, ella no tiene por qué intervenir.
-¿Eso crees, Alex?
Ya está la niña esa, leyéndome el pensamiento.
-Voy a enseñarte algo más, es tu futuro, el tuyo y el de tu hermana, en caso de que tu vida siga como hasta ahora.
Me asomo de nuevo al agua de la fuente. La imagen ha cambiado de nuevo. Ahora muestra otra habitación, una que no conozco de nada. En ella veo a una mujer, de unos 30 años, vestida bastante elegante. No hay duda de que se trata de mi hermana, pues aunque algunos rasgos hayan cambiado, es perfectamente reconocible. A su lado hay otra persona, yo, sin lugar a dudas. Visto de una manera juvenil, aunque me da la sensación de que es una moda pasada. No tengo muy buena pinta, no parece que me haya cuidado muy bien. Estas dos personas, es decir, mi hermana y yo en un futuro, están discutiendo muy acaloradamente. Por lo visto, la estoy pidiendo dinero y ella no me lo quiere dejar. ¡Pues vaya una hermana!
-Sigue mirando, lo que vas a ver no te va a gustar demasiado, pero es la verdad.- me dice la niña.
Mi yo adulto, sale de la casa de mi hermana, enfadado porque no me ha dado dinero. Nos hemos dicho cosas muy feas, de las que uno acaba por arrepentirse, pero ya es demasiado tarde. No voy a repetirlas, porque no modificarían el transcurso de la historia, y no son muy agradables. El caso es que tras discutir con ella, me voy a la calle, donde me espera un mendigo, al parecer amigo mío.
-Nada, que no me quiere dar ni para pipas- le digo.
Él suelta una lista de improperios, y luego se queda callado, y de pronto me veo a mí mismo sacando un cigarro y un poco de droga.
-¿Me voy a drogar cuando sea adulto?- pregunto sorprendido y lleno de miedo. No es que las cosas me importen mucho, pero la droga siempre me ha parecido una barbaridad...
-Sólo tú puedes evitar esto. Tu hermana acabó muy harta de tus malas contestaciones, de tus comentarios hirientes y ofensivos, y muy cansada de preocuparse por ti y de que tú no se lo agradecieras nunca, ni con palabras ni con un esfuerzo que la indicara que había valido la pena. Te echó de su casa después de que te negases a trabajar en nada, y acabaste en la calle. Tú la pediste dinero para poder comprarte así mas drogas, pero ella te lo negó, aun sabiendo que eso te pondría furioso.
-Pero es mi vida, no entiendo porqué tiene que meterse siempre en ella....
-Te voy a mostrar una última cosa, porque tienes que entender que tus acciones también repercuten en los que tienes a tu alrededor y te quieren.
Me asomo por tercera vez al agua de la fuente, donde la escena que prosigue es muy parecida al final de la anterior: yo, bebiendo y fumando con aquel mendigo que parece ser amigo mío, sentado en el suelo, más muerto que vivo. De pronto veo que por el otro lado de la calle viene mi hermana, buscándome. Cuando me encuentra, me mira suplicante y me pide que vaya con ella, que duerma en su casa. Aquel no es un lugar decente, dice.
-¿Y porqué no me dejas en paz y te metes en tus asuntos? ¿Acaso te digo yo lo que tienes que hacer?
Me he puesto colorado. Sé que esa frase se la he dicho muchísimas veces a Nerea, pero oído así, desde fuera, me suena mucho peor.
Entonces, lo que ocurre a continuación me deja de piedra. Unos vagabundos se acercan a mi hermana, la ponen un cuchillo en el cuello y murmuran:
-Suelta ahora mismo toda la pasta.
Mi yo del futuro se enfada. Sabe que ella no debería haber ido a esas horas por allí, llena de ropas caras y joyas, pero lo que más le ha enfurecido, sorprendentemente, es que se hayan metido con su hermana.
-Déjala en paz, ¿vale?
-¿Y qué me vas a hacer si no la dejo?- me desafía.
Creo que en ese horroroso futuro estoy más que borracho, así que intento darle un puñetazo al que ha sujetado a Nerea, `pero al final, entre un movimiento mío y otros suyos, veo con horror que al vagabundo se le ha movido el cuchillo a lo largo de la garganta de mi hermana, y ella acaba de caer al suelo, sin vida.
En mi presente, puedo notar cómo las lágrimas luchan por salir al ver impotente cómo aquellos hombres huyen del lugar tras haberse llevado el bolso y el collar de la persona que ya nunca más lo llevaría.
En ese momento, el reflejo desaparece del agua, y vuelvo a ver mi rostro en ella.
-No es posible- sollozo –Mi hermana no puede morir así...- Me duele mostrar mis sentimientos delante de la gente, y mucho más si esa “gente” es una niña de 9 años, o algo así, pero no puedo evitar llorar. Yo no odio a mi hermana, pero es que a veces es tan entrometida...
-Alex, has tenido una oportunidad de oro que no muchos pueden tener. Aprovéchala. Has visto tu futuro, en tus manos está el modificarlo. Tu hermana te quiere, y está dispuesta a hacer grandes sacrificios por ti siempre que lo necesites, pero no puedes dejar que lo haga todo ella, tienes que ayudarla.
-Sí, tienes razón. Hablaré con ella y la pediré perdón. No podemos estar enfadados así toda la vida, aunque parezca una tontería, si no ponemos paz entre nosotros, sólo significará la muerte para ambos....
-Veo que lo has entendido muy bien- me sonríe la niña.- Debes regresar ya, he terminado mi labor, ahora te toca a ti.
Acerca su mano y la posa en mi hombro. En ese momento el jardín empieza a desvanecerse, y sé que pronto estaré de nuevo en mi cuarto, pero aún tengo tiempo de preguntar una cosa más:
-¿Pero porqué me has elegido a mi? ¿Porqué has dejado que viera mi futuro?
-Tu hermana es cristiana, y acostumbra a rezar por ti cada noche.
Su respuesta me deja anonadado, y entonces entiendo lo que era aquella niña: un ángel que, atendiendo al ruego de mi hermana, había venido para ayudarme, para salvarme.
Llegué a mi cuarto, y oí de nuevo el toque en la puerta de la habitación. Al parecer, el tiempo que había estado allí, viendo todo aquello, no había sido tiempo real, y mi hermana seguía pidiendo permiso para entrar.
Corro a abrir la puerta, y sin previo aviso, me abalanzo sobre ella y la doy un abrazo. Como es lógico, mi hermana no se lo espera y reacciona con un gran susto.
-¿Se puede saber qué te pasa? He venido a traerte las hojas que me dio tu profesor, tienes que hacerlas cuanto antes.
Recojo las hojas de su mano y comienzo a leer algún ejercicio de matemáticas. Nerea me mira con asombro.
-¿Vas ha hacerlos?
-Claro que sí- respondo- No puedo suspender. Y, Nerea, quería decirte algo muy importante, siéntate.
Mi hermana entra en la habitación algo temerosa, como si pensase que yo la fuera a hacer algo malo. Se sienta en la cama y espera a que yo comience a hablar.
-Antes de nada, es importante que te pida perdón. Sé que nunca he sabido agradecerte que cuides de mí, ya que mamá no suele estar mucho tiempo en casa. Comprendo que te esfuerzas mucho para que yo haga lo que tengo que hacer y que siempre te he contestado de muy malos modos.
La cara de mi hermana es todo un poema, ya imaginaba yo que no se lo iba a esperar. De pronto me da un abrazo y me besa la cabeza. Y ahí me quedo yo, apoyado en su pecho, sabiendo que mi vida debía dar un giro, un giro que yo no esperaba.
Lejos de allí, en un lugar que no se puede medir por la distancia ni en el tiempo, una niña estaba inclinada sobre una fuente, observando el agua. Y entonces una gran sonrisa iluminó más aún su bello rostro.